Informe de Resultados: Estudio Nacional de Polarizaciones 2025

El Reality de la Polarización

Por Camilo Herrera, Director Ejecutivo de 3xi

Mientras creemos que peleamos por ideas, Chile se ha convertido en un reality que reescribe su guion cada semana. Hay protagonistas y villanos, eliminados por convivencia, likes, trending topics y votaciones del público. La democracia se nos confunde con el rating. 

Vivimos pendientes de la cuña ingeniosa para reenviar en WhatsApp. Los políticos compiten por likes, los periodistas y los medios por clics, y los ciudadanos nos informamos por memes. Instagram y TikTok se volvieron especialistas en secuestrar nuestra atención, y la política ya no se juega en el Congreso, sino en el matinal compitiendo por el rating de la indignación.

Mientras más emoción provoque un titular, más verdad parece tener. Disfrutamos del espectáculo encapsulados en burbujas de eco, donde el conflicto contamina todo el contenido y la furia da los mejores premios.

El Tercer Estudio Nacional de Polarizaciones muestra algo que todos intuimos: lo que más crece en Chile no es la distancia real entre las personas, sino la distancia imaginada. No nos separan los hechos, sino los guiones que inventamos sobre el otro. Como en todo buen reality, el secreto está en la edición: recortamos los matices, amplificamos los gestos y musicalizamos el conflicto. 

La complejidad no tiene escenario, el matiz no da likes y el silencio no se graba. En ausencia de un “nosotros” convincente, el espacio de lo público se volvió un escenario de sospecha, una cancha donde cada equipo juega para destruir al otro, sin recordar por qué existía el partido.

“Mal de muchos, consuelo de tontos”, diría mi madre. En el mundo entero, la política se parece cada vez más a un show en vivo: presidentes que se promocionan como reyes con corona, parlamentos convertidos en challenges de TikTok, debates reemplazados por performances de interpelaciones morales. Lo visceral manda; los datos estorban. Y en esa lógica global, Chile -tan moderno como frágil- se mira al espejo y repite el libreto.

En nuestro reality, cada sector promueve su versión de la verdad, aunque si observas con atención verás que todas las críticas comparten un mismo pulso, una desconfianza hacia lo construido colaborativamente, hacia lo común.

Danzan las narrativas: seguimos siendo abusados y explotados; que los treinta años fueron un fraude; que tenemos una democracia poco profunda, que nuestras instituciones están capturadas de oscuros intereses; que el mérito es un engaño; que el individualismo mató lo colectivo; que el Estado fue tomado por parásitos; que los impuestos son un robo. Nos entretenemos con la pelea mientras se nos va desarmando la casa. El resultado es predecible, lo común se volvió espacio de disputa y amenaza, la democracia pierde su fuerza moral.

Ninguna comunidad, incluida la de Chile, se sostiene solo en normas. Se basa en vínculos y ese es precisamente el desafío de nuestro tiempo: no permitir que la polarización destruya nuestros vínculos, el sentido de ser ciudadanos, nuestra democracia. La democracia no se mide solo por el derecho a elegir, sino por la capacidad de co-crear sentido con otros. 

El porvenir de Chile que anhelamos, no se escribirá en un programa de gobierno, sino en la forma en que volvamos a hablarnos. Cuando el lenguaje deje de ser trinchera y vuelva a ser puente. Cuando conversar no signifique convencer, ni discrepar implique destruir. Cuando elijamos seguir juntos, incluso sabiendo que no siempre estaremos de acuerdo.

Si logramos mirar el riesgo y, a la vez, la posibilidad, podremos reconocernos como co guionistas de una temporada nueva: una con narrativas de futuro y música de esperanza.Una donde los datos pesen más que los gritos, la conversación valga más que el retuit, los medios sean mediadores y no gladiadores, y donde nuestra atención esté puesta en cuidar las infancias (el futuro concreto), y no los minutos de exposición digital.

Medir y reflexionar sobre la polarización no es un ejercicio técnico; es un acto de cuidado. Cuidar la democracia, cuidar lo que compartimos, cuidar la vida común. Porque la democracia, en el fondo, es el único reality donde todos perdemos si dejamos de actuar.